sábado, 12 de junio de 2010

Luces de la Ciudad: Los ojos del amor.

Película: Luces de la Ciudad (City Lights, EUA, 1931)

Director: Charles Chaplin
Actores: Charles Chaplin, Virginia Cherrill, Harry Myers, Al Ernest Garcia, Florence Lee, Hank Mann.

Crítica: Esta comedia romántica es una clara muestra de lo que se hace por amor.
El vagabundo Charlot (Charles Chaplin) se encuentra en una gran ciudad; después de ser corrido de una estatua donde dormía, vagabundea buscando alguna oportunidad de vida con los deseos a través de los mostradores de las tiendas. En el camino se topa con una vendedora de flores, de la cual queda enamorado a pesar de su condición de ciega. Sabiendo de su deficiencia, hará lo posible porque aquella mujer tenga lo mejor. El destino se cruza con Charlot al rescatar del suicidio a un millonario, lo que le lleva a pensar en un futuro mejor para él y la vendedora de flores.
Chaplin dirige a través de un guión de él, Harry Clive y Harry Crocker; una obra maestra más en la que se hace un muy buen retrato social de la época y vigente hasta nuestra época, donde existe gente que tiene tanto y gente que tiene tan poco; y además de mostrarnos una muy bella historia de amor incondicional sin rayar en lo ridículo, y conservando los siempre magistrales gags a los que Charlie nos tiene más que acostumbrados de principio a fin en todos sus filmes. En esta ocasión Charlot se planta ya en lo visual de la época sonora pero no en lo sonoro, mostrándose en una mayor calidad en la puesta en escena de la película.


En cuanto a las actuaciones, Charles Chaplin nunca decae en su actuación y este filme es un ejemplo más, Virginia Cherrill conmueve y convence en su actuación de una mujer invidente, Harry Myers, quien tiene al personaje más interesante aunque un poco increíble de la cinta, sobrelleva muy bien su papel. El resto del cast lo hace bien aunque no son actuaciones notables.
La dirección de fotografía de Roland Totheroh (junto con Gordon Pollock) sigue en evolución a traves de mayores movimientos de cámara y mayores primeros planos y sigue situándose en la época, pues junto con el diseño de producción de Charles D. Hall y Alfred Reeves crean plásticamente una película de los 30’s, aunque lo que siento mal en eso es no un deseo de innovación que directores de fotografía del cine mudo europeo (como Karl Freund) consiguieron.
La música también de Chaplin es efectiva para las situaciones mostradas, pero eso no es nuevo. Lo nuevo es la correcta interpretación de La Violetera de José Padilla Sánchez, que en ese tiempo estaba muy de moda y que conservo de Raquel Meller, quien la interpretaba en ese entonces y Chaplin la quería para el personaje de la mujer ciega, pero que no pudo concretarse esa participación.
Es otra gran película que nos regala Chaplin y que es básica a ver de la cinematografía estadounidense.

Calificación:

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