Director: Darren Aronofsky
Actores: Sean Gullette, Mark Margolis, Ben Shenkman, Pamela Hart, Stephen Pearlman.
Crítica: Esta impresionante película es un ejemplo de los pocos que deben de haber de magnificas operas primas.
Max Cohen (Sean Gullette) es un genio matemático, el cual esta a punto de encontrar una serie de números que descifrarán algo muy valioso, tanto que grupos cabalistas judíos y una firma de Wall Street harán todo lo posible porque Max se los entregue, sin importar las consecuencias que esto acarreen. Max decidirá si seguir con ese problema que tanto daño le ha provocado.
Como lo dije antes, en su ópera prima, Darren Aronofsky crea una impresionante cinta independiente, la cual combina de gran manera aspectos técnicos y narrativos para lograr transmitir una gran perturbación en el espectador, a través de muy bien logradas escenas. En un guión de él, Sean Gullette y Eric Watson, se logra materializar el punto medio entre la genialidad y la locura, por medio de una muy interesante historia que es una unión interesante del suspenso, terror, acción, ciencia ficción y lo experimental, además de manejarla con un muy buen ritmo. En esta película Aronofsky nos transmite los elementos que veremos en sus próximas cintas, además de utilizar a actores que lo han seguido a lo largo de su carrera. Lo que talvez me hubiera gustado es que Aronofsky explorara más a fondo el código, pues deja algunos clavos sueltos.
Las actuaciones son más que efectivas: Sean Gullette, al ser guionista de la cinta logra asimilar por completo la esencia del personaje creándolo de manera fantástica y convincente; Mark Margolis interpreta perfectamente a un mentor, conservando lo intrigante de ellos; Ben Shenkman y Pamela Hart son el claro ejemplo del interés del hombre.
La dirección de fotografía de Matthew Libatique, quien más de una vez ha trabajado con Aronofsky, por medio de un muy contrastante y granulado blanco y negro y con buenos movimientos de cámara siguiendo al protagonista y logra un trabajo sorprendente, donde se logra transmitir todas las obsesiones y confusiones que siente Max.
La música electrónica de Clint Mansell es adecuada para la historia, pues logra adentrarnos al trastorno de Max y a un mundo donde lo tecnológico a través de los números prevalece en el universo.
A destacar también es la excelente edición de Oren Sarch y el diseño de producción de Matthew Maraffi y Eileen Butler.
En definitiva es una pequeña gran película, cosa rara en la primer película de un director, que recomiendo sin lugar a dudas, y que nadie con uso de la razón diría lo contrario.
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